La Incomunicación, un sistema muy inteligente.

 

La comunicación actual en su conjunto con sus diferentes soportes arrastra problemas de larga data que aplican y se multiplican propalándose por los nuevos medios electrónicos que actúan como una poderosa herramienta de aproximación. Ella puede mejorar tu negociar, concretar proyectos personales con menos gastos desde tu homework, acercar familias. Transferir millones de ceros de un punto al otro del planeta.
En éste nuevo ámbito de multi dispositivos aplican viejos problemas sociales que se adaptan a sus anchas a esta nueva demanda exponencial, uno que no es menor es la creciente impunidad. Los sites porno están en el podio del ranking de los más visitados generando una oferta de estimulación claramente orientada a la autosatisfacción en escalas asombrosas. A esto podríamos sumarles la comunicación y venta telefónica de empresas fantasmas, hoteles en 3D que no existen, hasta el nada pequeño negocio de la pedofilia.
Estos contenidos y muchos otros están sostenidos con argumentos de falsas promesas o acceso a sensaciones pasatistas cobrando protagonismo y amplificación haciéndose carne en las audiencias que las siguen cual manada.
La palabra ahora acotada a 140 caracteres busca síntesis y recrea el lenguaje hacia un nuevo mix literario que lo hace canchero y modernoso. ¿Pero de qué se habla?.
Al mismo tiempo muchos chicos que ingresan a nuestra cultura se armaron de un mundo sin conección real, mientras sus mayores permanecen conectados a otras cosas que le demandan atención y al mismo tiempo se la restan, creando un modo virtualmente ineficaz para sus vidas reales. Pues los problemas ocultos de falta de comunicación interfamiliar, personal, laboral o social siguen su curso.
¿Qué se expresa, a qué nos estamos refiriendo en estas cada vez más rutilantes charlas mecánicas? Las cuales en algún momento e inexorablemente deben entrar en el plano real, en lo vivencial donde la conversación toma cuerpo con el otro. Hace un tiempo una joven livianamente me comentó: Tengo más piel con mi chico por twiter que personalmente. Notable!
Éste déficit comunicacional y vinculante no es producto de ésta generación trans iluminada sino que vienen de muy atrás: desde la misma irrupción del lenguaje en el proceso evolutivo del ser humano.
Tener palabra, significa poseerla, respetarla, practicarla para transformarla en acto pues la palabra es acción.
¿Pero hay un documento o cédula notarial que certifique esta propiedad, tú lo tienes?
La incomunicación no es un fenómeno actual, aleatorio o sin sentido. Responde a un premeditado accionar y posee una gran capacidad de adaptación y ramificaciones, como los virus, con terribles consecuencias que están a la vista en lo social, familiar o individual. Y no es casual que esto suceda. La incomunicación es muy inteligente tiene un objetivo muy claro y específico: que a pesar de hablar no nos comuniquemos.
Esta idea tan obvia comienza a ser letal cuando se la empieza a profundizar. ¿Y por qué no debemos comunicarnos?
Pues al hacerlo honesta e inteligentemente comienza a quedar en evidencia la mentira, la fabulación, la manipulación, el chismerío, la pedantería, la omnipotencia y lo intrascendente, que forma parte del "kit de incomunicación" que nos maneja y manipula a su antojo.
Un mirada 360 y se podrá observar que esto es al momento lo que reina y gobierna entre muchos de los que nos rodean.
¿Y cómo es posible que estos agentes del no cambio estén tan instalados en la cotidianeidad?
Con un vaciamiento similar al que sucede en los procesos de tipo económico pero que apunta al corazón mismo de la comunicación, un verdadero ataque a su centro neurálgico y estratégico: la palabra.
Al vaciar  las palabras de contenido, se obtiene la materia prima de la incomunicación. ¿Cómo escuchar las razones del otro si las palabras que se utilizan son falsas?.
Hoy en donde cualquiera las usa y acomoda a su gusto y placer, ¿cómo diferenciar  lo falso de lo verdadero?.
Difícil, pues estamos en un mundo donde se impone lo aparente. En un mundo "muy comunicado".

He aquí una clara batalla ganada por la incomunicación. Pues al emitir palabras falsas ella sabe que ha vulnerado nuestro mayor activo. Pues el no tener palabra ni respetarla, es actuar desde la incomunicación.

Lo Humano
El hombre está hoy en las orillas de su propia humanidad. Es muy poco lo que ha evolucionado aunque ante nuestros ojos parezca lo contrario.
Actualmente hay muchísimos individuos que se incomunican y lo hacen permanentemente, lo que ignoran es que al establecer esas conversaciones no ascienden en la escala humana. Revisten de formas humanas pero en realidad no lo son.
La palabra: “Humanidad” define algo mucho más extenso y profundo que lo que podemos percibir o entender, algo similar sucede con la palabra “Universo” dice algo pero no puede dimensionar su verdadero sentido y alcance.
Las palabras realmente están mucho más adelantadas a nosotros mismos, aunque parezcan estar al alcance de cualquiera y su uso sea por demás habitual y cotidiano.
La palabra “Hombre” es una definición casi sagrada de la máxima expresión de un ser llamado a la auto superación dotado de herramientas súper sofisticadas, una de ellas: la voz.
La palabra real y consciente nos proyecta hacia otra clase de individuo que se constituye a través de los actos.
Este cuestionamiento acerca de nuestro real grado evolutivo se remonta muchísimo tiempo atrás, lo más próximo de los que existen registro sucede en el 2500 A.C. cuando Confucio en China sostenía que él nunca había visto a un hombre. Y no tan lejos en Grecia, Sócrates le decía a Platón básicamente lo mismo solo que redefinía a las personas no como humanos, sino como “bípedos implumes”.
Esta metáfora trataba de plantear que el hombre como tal no existía todavía, que en todo caso la humanidad es en sí misma un proyecto mucho más ambicioso y complejo de lo que en realidad somos y que al apropiarnos de la palabra “hombre” hemos creído que por generación espontánea ya lo éramos.
Y no solo eran Confucio y Platón los que desenmascaraban esta usurpación de títulos y honores, Diógenes que hacía de las suyas por esos días se paseaba por Atenas (en pleno día) con una lámpara encendida gritando: ¿alguien había visto un hombre?
Sin amilanarse y disconforme con el silencio de los ciudadanos ante su cuestionamiento optó por dirigirse directamente hasta la academia de Platón y mostrándole un pollo desplumado le dijo: te he traído un hombre!

Pues si bien nuestros actos son definitorios, las palabras forman parte de una acción y no son meramente cuestiones enunciativas las que articulamos en una conversación o en un documento. Son parte de la actividad humana, y tener palabra no es lo mismo que no tenerla aunque se hable hasta por los codos. Traigamos a la escritura otra palabra: “empeñar”.
Empeñar la palabra es sinónimo de darla y luego rescatarla, cuando uno incumple con esta parte del trato, lisa y llanamente la pierde aunque pueda seguir repitiéndola como un loro. Instantáneamente pasa a ser un deudor insolvente para con su propia lengua. No tiene palabra. La emite. Pero es falsa.

Tomo la palabra
En este momento haciendo uso y abuso de la posición dominante que me otorga construir estas líneas, retomo esta definición del “bípedo implume” para re significarla y darle un nuevo “naiming” más acorde a estos tiempos que transitamos y hacer una actualización 2.0 por: “El bípedo Parlante”.
Un ser que todos vemos y conocemos, que nos rodea y envuelve con su parloteo interminable y su eterna auto justificación psicopática de cuanto acto lo tiene como protagonista.
El dominio de la palabra es un arte bien reconocido por escritores, poetas, políticos y todo aquel que la propale y la divulgue.
Como antecedente de su sacralidad la palabra ya figura en la Biblia como el vehículo que utilizó Dios para la creación (Sal. 14, 12-15. 19-20).
Dios creo todo a través de la palabra. Es decir que se trata de una herramienta que en manos de un buen trabajador puede producir constelaciones y galaxias hasta donde alcance la imaginación.
La palabra, al principio de nuestra infancia, cuando aún gateamos buscando un chupete, surge de nuestras bocas con bastante esfuerzo y con el tiempo vamos hacienda uso y abuso de ella hasta creer que ya la dominamos. Que hemos crecido frente a ella.
Hoy vemos caer al acadecismo de las lenguas ante esta nueva realidad que transforma los idiomas y los fusiona en un frenético intercambio de idiomas que se mixturan, fusionan, sintetizan y decantan a lo largo y ancho de toda la cadena verbal global.
Forma parte de una gran transformación del lenguaje que se proyecta sin lugar a dudas respondiendo a algo vivo.
Pero esto no la desliga de su rol fundacional. La palabra no es solo un sonido o una escritura, es vehículo de algo trascendente que habita en nuestros centros superiores, a los que pocos escuchamos seriamente.
Pues hay en el lenguaje conceptos imperecederos, reposando por encima de las generaciones, que nos llegan al día de hoy para definirnos como bien describía Platón en simples bípedos implumes.
Hoy se trata de feroces “bípedos parlantes” que actúan a la vista de todos y sirviéndose del lenguaje para cumplir con sus objetivos: mentir, para nunca llegar a la verdad.
- Pues la verdad es peligrosa! Dirán ellos a coro. ¿Acaso podría el mundo soportar la verdad objetiva?.
- ¿Y si ésta se nos presentara?, ¿cuántos la tolerarían?, continuarán escandalizados los bípedos parlantes.
- ¡Mejor continuar como estamos! repetirán a coro, creyendo haber encontrado un argumento de peso.
Cabría entonces preguntarle a estos agentes del no cambio:
¿Cómo sería el mundo de la verdad?
¿Cuántos niños morirían de hambre en un mundo de verdad?

  La incomunicación tiene una tarea y un claro objetivo: que nos gobierne la sordera y la ceguera.
Y la verdad, por dolorosa que ésta sea, es superior en calidad de vida a la mentira: es su antítesis.

  Erradicar la incomunicación es una tarea con la que debemos encarar la historia nuestra de todos los días.
Recuperando la palabra para nosotros mismos, respetando su sentido, utilizándola con delicadeza y con cuidado, Así podremos evolucionar, crecer, mejorar o elevarnos hacia el extraordinario proceso humano.

  Con lo cual debemos abandonar primero esa fabuladora idea de que estamos en un mundo que progresa. El progreso no pasa por el último cachivache que manejamos u operamos desde nuestras estaciones remotas de trabajo.
Convengamos que nuestra brutalidad en parte, es mérito de la incomunicación que no permite alcanzar las ideas y los métodos que resuelvan nuestras vidas.

Arte y parte
Y como si esto fuera poco, después de tanta mentira en circulación, muy pocos están dispuestos a escuchar.
Pues escuchar es el arte de la comunicación. (leer es escuchar)
Esa disposición a oír es el primer ejercicio de la comunicación.
Si abrimos las puertas de nuestros tímpanos y dejamos a las palabras ingresar en nuestras mentes, comenzaremos a curar nuestra sordera y allí empezaremos a observarnos y a vernos tal cual somos. Podremos entender y aceptar que vivimos llenos de ilusiones y motivos aparentes tratando de justificarnos constantemente, o de manipular la mente del otro. Mintiendo como sea y a como de lugar.

  La incomunicación existe desde el momento mismo que irrumpió el lenguaje en la historia del hombre.
No estamos frente a un tema menor cuando lo que se comunica es la incomunicación.

  Si aprendemos las enseñanzas que hasta el momento nos dejaron la fabulación y el desconocimiento, podremos aspirar a tener una existencia de verdad: existir conscientemente. De no hacerlo, corremos el serio peligro de convertir toda nuestra vida en una perpetua mentira.

  Por eso la comunicación debe enfrentar a una oposición radicalizada en todo el planeta bajo el inteligente “camouflage” con el cual se nos hace creer que cuando hablamos nos comunicamos.
Sería bueno llamarnos a silencio.

  La misión de la palabra es buscar las verdades que sutilmente nos permitan impregnar nuestras inteligencias y así modificar ese injustificado modo de vincularnos y relacionarnos. Porque, en definitiva, el objetivo de la comunicación es unirnos y fusionarnos en una sola humanidad.
Cuando la comunicación es tratada superficialmente, irrumpe poderosa su majestad la incomunicación: pues ella logra que no se trate lo que se habla.

  La realidad objetiva es que no se puede desvincular a la persona de la palabra. El individuo se constituye como tal en la medida que se remite y respeta una vez que ésta fue entregada. La palabra es algo que se da y se recibe en un intercambio sutil de intenciones y expectativas, de promesas y de retribuciones poniendo al tiempo como testigo soberano ante un juez implacable que juzga en la conciencia.

  Muchos en algún punto vemos en todo esto a una certeza que nos proyecta hacia esa promesa de humanidad intentando hacerla realidad en el día a día, esforzándonos para que no esté tan lejana, para no empeñarla en vano.
En cambio, para otros, esto directamente es incomprensible e incompatible con sus planes inmediatos.
Luego, a la deriva, va el resto que transitan su existencia bajo el mandato de sordera con una mente en cuyo espacio de acción la palabra carece de peso específico sin poseer el más mínimo de atractivo, dedicando su tiempo tenazmente simplemente a gastarla a mansalva sin pensar que jamás deberán rendir cuenta de ella. Como si lo dicho y hecho nunca hubiese quedado registrado, algo así como negar la existencia de la imprenta, la literatura, la radio, el cine y las grabaciones. La palabra es acto de entrega y no un disfraz para la vida.

La esgrima verbal
Es hoy parte del arsenal con el que el “bípedo parlante” ataca por doquier y frente a todos aquellos que quieran escucharlo. Amplificando sus verdades en cuanto foro o sistema de comunicación le de cabida, o ante cualquier audiencia que encuentre para propalar su sabiduría y pronosticar dictatorialmente sobre cualquier cosa que se esté tratando. Allí esgrimirá todo tipo de frases filosas e hirientes tomando siempre la iniciativa y anteponiendo: “yo” pienso… “yo”  esto, “yo”  lo otro. Su “yo” lo tiene totalmente sometido y de tanto decir “yo” cree que en realidad lo es, que es un “yo” que se trata de una unidad parlante única e irrepetible, cuando en realidad apenas es una marioneta de un psicopático ventrílocuo que le baja línea para ocupar un espacio. Un tiempo. “Tiempo” es otra palabra interesante a la que debemos respetar, de lo contrario nos puede salir caro.